http://www.lavanguardia.com/salud/20130628/54376873735/somos-capaces-modificar-nuestros-pensamientos.html
“Con la meditación, y eso se ha demostrado científicamente, disminuye la ansiedad y la depresión (mejora el estado de ánimo). Además, da más ecuanimidad, nos permite relacionarnos mejor con los otros y en general nos tranquiliza”, relata el médico y profesor de Psicobiología de la Universidad de Valencia, Vicente Simón.
Las técnicas meditativas que se utilizan son, básicamente, de concentración. Se trata de focalizar la atención en una cosa y mantenerla. Esa es la idea a grandes rasgos: concentrarnos en cosas que nos aporten bienestar y llegar a tolerar o desechar poco a poco las que nos incomoden. “Es inicialmente difícil, porque simplemente no estamos entrenados para ello”, arguye Simón. “Normalmente, la mente va de aquí para allá. Los orientales la llaman la 'mente mono', porque salta de un lado a otro”, agrega. El secreto, como no se cansa de repetir Manuel Nieto Sampedro, radica en la persistencia. Una persistencia que comportará con el tiempo cambios en nuestro sistema neuronal.
Una gran cantidad de estudios científicos avalan la meditación como fuente de beneficio para el cerebro. En 2011, por ejemplo, investigadores de la Universidad de Yale comprobaron, a partir de imágenes cerebrales, que las personas que practican con frecuencia son capaces deapagar las áreas del cerebro relacionadas con soñar despierto y las divagaciones.
En el mismo año, psiquiatras del Hospital General de Massachussets comprobaron, en un estudio publicado en la revista Psychiatry Research, que ocho semanas de meditación podían comportar cambios en las regiones cerebrales relacionadas con la memoria, la autoconciencia, la empatía y el estrés. Detectaron, a través de las imágenes obtenidas por resonancia magnética, un incremento de la densidad de materia gris en el hipocampo, una zona muy importante para el aprendizaje y la memoria, y en estructuras asociadas a la autoconciencia, la compasión y la introspección.
En la actualidad, la meditación “se utiliza, de forma clínica, para prevenir la recaída en la depresión”, apunta el doctor Simón. “También se están desarrollando muchos programas clínicos para tratar otras patologías: ansiedad, drogodependencias, trastorno límite de personalidad, trastornos de alimentación, etc.”. En todos los casos, la meditación supone una herramienta más de las que conforman el protocolo de actuación.
Todo el mundo puede practicarla
La práctica de la meditación no sólo comporta beneficios a las personas con algún tipo de problema, sino que “aporta bienestar a todo aquel que la practique”. “Es cuestión de motivación y fuerza de voluntad para empezar. Lo que cuesta más es encontrar 15 ó 20 minutos al día y reservarlos para llevar a cabo la práctica”, reflexiona Simón.
Cabe tener en cuenta que de la misma manera que nuestro cerebro tiene capacidad para aprender, también cuenta con la posibilidad de desaprender. “La potenciación de una conexión puede perderse. Somos animales reversibles. Una ‘potenciación de larga duración’ se puede adquirir a base de repetir algo, pero se puede perder a base de repetir lo mismo a frecuencia e intensidad distintas”, sentencia el neurobiólogo Manuel Nieto.
De la teoría a la práctica
La ciencia nos dice que nuestro cerebro es moldeable,
que nuestro sistema nervioso se puede modificar a través de la repetición y
que, en consecuencia, tenemos la capacidad de modificar algo tan intangible
como son nuestros pensamientos recurrentes. La teoría está clara.
Pero, todo esto, llevado a la práctica, ¿cómo se hace? Una vía posible es, sin
duda, la meditación.
“Con la meditación, y eso se ha demostrado científicamente, disminuye la ansiedad y la depresión (mejora el estado de ánimo). Además, da más ecuanimidad, nos permite relacionarnos mejor con los otros y en general nos tranquiliza”, relata el médico y profesor de Psicobiología de la Universidad de Valencia, Vicente Simón.
Las técnicas meditativas que se utilizan son, básicamente, de concentración. Se trata de focalizar la atención en una cosa y mantenerla. Esa es la idea a grandes rasgos: concentrarnos en cosas que nos aporten bienestar y llegar a tolerar o desechar poco a poco las que nos incomoden. “Es inicialmente difícil, porque simplemente no estamos entrenados para ello”, arguye Simón. “Normalmente, la mente va de aquí para allá. Los orientales la llaman la 'mente mono', porque salta de un lado a otro”, agrega. El secreto, como no se cansa de repetir Manuel Nieto Sampedro, radica en la persistencia. Una persistencia que comportará con el tiempo cambios en nuestro sistema neuronal.
Una gran cantidad de estudios científicos avalan la meditación como fuente de beneficio para el cerebro. En 2011, por ejemplo, investigadores de la Universidad de Yale comprobaron, a partir de imágenes cerebrales, que las personas que practican con frecuencia son capaces deapagar las áreas del cerebro relacionadas con soñar despierto y las divagaciones.
En el mismo año, psiquiatras del Hospital General de Massachussets comprobaron, en un estudio publicado en la revista Psychiatry Research, que ocho semanas de meditación podían comportar cambios en las regiones cerebrales relacionadas con la memoria, la autoconciencia, la empatía y el estrés. Detectaron, a través de las imágenes obtenidas por resonancia magnética, un incremento de la densidad de materia gris en el hipocampo, una zona muy importante para el aprendizaje y la memoria, y en estructuras asociadas a la autoconciencia, la compasión y la introspección.
En la actualidad, la meditación “se utiliza, de forma clínica, para prevenir la recaída en la depresión”, apunta el doctor Simón. “También se están desarrollando muchos programas clínicos para tratar otras patologías: ansiedad, drogodependencias, trastorno límite de personalidad, trastornos de alimentación, etc.”. En todos los casos, la meditación supone una herramienta más de las que conforman el protocolo de actuación.
Todo el mundo puede practicarla
La práctica de la meditación no sólo comporta beneficios a las personas con algún tipo de problema, sino que “aporta bienestar a todo aquel que la practique”. “Es cuestión de motivación y fuerza de voluntad para empezar. Lo que cuesta más es encontrar 15 ó 20 minutos al día y reservarlos para llevar a cabo la práctica”, reflexiona Simón.
Cabe tener en cuenta que de la misma manera que nuestro cerebro tiene capacidad para aprender, también cuenta con la posibilidad de desaprender. “La potenciación de una conexión puede perderse. Somos animales reversibles. Una ‘potenciación de larga duración’ se puede adquirir a base de repetir algo, pero se puede perder a base de repetir lo mismo a frecuencia e intensidad distintas”, sentencia el neurobiólogo Manuel Nieto.
LA
VANGUARDIA
Josep
Fita, Redactor
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