domingo, 26 de mayo de 2013



LAS CINCO HERIDAS QUE IMPIDEN SER UNO MISMO (Resumen del libro de Lise Burbeau)
Nuestra alma elige los padres y las circunstancias de nacimiento por razones muy precisas. Venimos a experimentar una serie de vivencias para sanar una serie de heridas, y así integrar la personalidad con el alma. Venimos a aprender a aceptar y amar incondicionalmente partes de nosotros que hasta ahora han vivido ignoradas y con miedo. Somos atraídos hacia padres con heridas como las nuestras para recordarnos qué hemos venido a amar. Aprender a aceptar nuestras heridas es aprender a ser responsables y a amarnos incondicionalmente, y esa es la llave para la transformación y la sanación del alma.
¿Te has dado cuenta que cuando acusas a alguien de algo, esa persona te acusa a ti de lo mismo?
Chequealo con la otra persona, y aparte de sorprenderte, verás cómo te liberas de juicios.
No aceptar nuestra herida, sentirnos culpables, con vergüenza o juzgarnos, es atraer circunstancias y personas que nos harán sentir esa herida no aceptada. Aceptar la herida no significa que sea nuestra preferencia tenerla; significa que, como seres espirituales que elegimos vivir la experiencia humana para espiritualizar la materia, nos permitimos experimentar esa herida sin juzgarnos y aprender de la experiencia. Mientras haya miedo, hay herida y hay un juicio o creencia que bloquea su sanación. Cuando aprendemos a aceptar nuestras heridas estamos desarrollando el amor y estamos espiritualizando la materia.
La sanación se produce totalmente cuando nos aceptamos a nosotros. El perdón hacia uno mismo es lo que finalmente nos sana, y para eso hay que aceptar que uno mismo es responsable de todo lo que le ocurre, y aceptar que ha acusado a otros de hacer lo que uno mismo hace a los demás. En el fondo, todos somos humanos, y aceptar nuestras limitaciones es lo que nos hace humildes y nos permite descubrir nuestra herencia divina.
Las cinco heridas del alma más comunes son:
- El rechazo
- El abandono
- La humillación
- La traición
- La injusticia
No necesariamente tenemos las cinco heridas. Con humildad y sinceridad cada cual puede reconocer sus heridas. Reconocer nuestra limitación humana es el primer paso en el proceso de sanación. Si nos cuesta identificar nuestras heridas es porque nos ocultamos tras una máscara, que se construyó para no ver ni sentir esa herida. Las máscaras de cada herida son las siguientes:
- Rechazoi--Retraimiento
-Abandono--Dependencia
-Humillacion--Masoquismo emocional y mental
-Traicio--Control
-Injusticia--Rigidez.
Chequéalo con alguien que te conoce, para estar seguro de que no te has olvidado

RECHAZO-RETRAIMIENTO

Rechazar alguien es repelerlo, echarlo. La persona que nos rechaza nos dice “no te quiero a mi lado”. La persona que nos abandona dice “no puedo tenerte conmigo”, y nos deja para ir en busca de algo o de alguien. Hay que tener clara la diferencia entre rechazo y abandono.
La herida del rechazo es muy profunda, pues hace sentir a uno que su “derecho a existir” está siendo rechazado. Un ejemplo claro son los bebés que no son bienvenidos al tenerse por accidente. La herida se activa sobretodo en la relación con el padre del mismo sexo. Es del todo humano pues, que no aceptes o odies al padre que tiene el mismo sexo que tu. No significa que tu padre te rechazara. Significa que tu interpretaste una o varias experiencias como si fueran un rechazo de tu persona. Otra persona lo podría haber vivido como una humillación.
Piensa que cuando un padre no se acepta sí mismo/a (se rechaza) y tiene un hijo del mismo sexo, es normal y humano que inconscientemente rechaze a ese hijo, pues constantemente le recuerda su propio auto-rechazo.
Si sufres de la herida del rechazo, la no aceptación del padre del mismo sexo explica las dificultades que tienes en aceptarte y amarte a ti mismo/a.
El padre del mismo sexo nos enseña a amar, a dar amor. El padre del sexo contrario nos enseña a ser amados, a recibir amor.
La persona con esta herida tiene ganas de desaparecer. No quiere ocupar su espacio en la vida por miedo a ser rechazado. La máscara tras la cual se esconde esta herida se llama “retraimiento”, “retirada” o withdrawal en inglés. Sus cuerpos casi no tienen carne en los huesos, indicando que quieren desaparecer. Son personas que se cuestionan su derecho a existir, y parecen que no están totalmente encarnadas o enraizadas en sus cuerpos.
Los niños que construyen la máscara de retirada para no sentir el rechazo, son niños que viven en un mundo imaginario, son niños calmados que no hacen demasiado ruido y pasan desapercibidos. Sus cuerpos parecen frágiles, y eso hace que la madre sobreproteja al niño. Los niños sobreprotegidos se sienten sofocados por la madre; se sienten rechazados por no ser aceptados con sus limitaciones, tal y como son.
La persona que sufre el rechazo vive separada del mundo material, incluso de su instinto sexual. Suele atraer parejas que le rechaza sexualmente, o simplemente decide cortar su sexualidad por considerarlo “poco espiritual”.
Los retraidos creen que no tienen ningún valor. Por eso intentarán ser perfectos, para merecer ese valor que sienten que les falta. Un hombre que diga “a los ojos de mi padre no soy nadie, y no hago nada bien” intentará ser perfecto (con todo el sufrimiento que conlleva tal exigencia) para ganarse algo de auto-valoración. Para ellos, ser juzgados por lo que hacen es igual a ser rechazados. Quieren hacerlo todo tan perfecto que les toma más tiempo de lo normal.
Los retraidos no sabrían qué hacer si reciben demasiada atención. Es como si su existencia fuera demasiada para ellos mismos. Por eso prefieren estar solos. Al aislarse lo que hacen es sentirse más y más marginados o rechazados.
Los retraidos se angustian cuando piensan que han podido rechazar algo o alguien (especialmente del sexo opuesto). Si tienes miedo a rechazar alguien, probablemente terminarás haciendolo. Cuanto más miedo tenemos, más probabilidades hay que ese algo se materialice.
Los retraídos se comparan con otros, y siempre se encuentran con menos valía que los demás. Les cuesta creer que alguien se pueda fijar en ellos e incluso enamorarse de ellos. Normalmente sabotean sus éxitos, pues no se sienten merecedores. Si sienten que acaparan demasiado espacio o atención, se bloquean pensando que están molestando a los demás, y temen ser rechazados. La parálisis ocurre sobretodo con gente del mismo sexo.
Si alguien les interrumpe cuando hablan, pensarán que es porque “no son suficientemente importantes”, y dejarán de hablar. Si interrumpes a alguien que no sufre de la herida del rechazo, pensará que “lo que dice no es importante”, pero él sigue siendo igual de importante que antes. Los retraidos tienen miedo a dar su opinión si no se les pregunta, por miedo a confrontar a los demás, y exponerse a un rechazo. Tienen miedo a molestar a los demás. Se ocultan tras la máscara de la “vergüenza” y les impide mostrarse y ocupar su lugar.
Sus ojos esconden miedo. Pueden tener problemas de memoria debido a ese miedo tan profundo. Para retirarse más acuden a veces a las drogas y al alchool. No se permiten ser niños, se fuerzan a madurar rápido pensando que así serán menos vulnerables al rechazo. Por eso parte de su cuerpo parece a la de un niño. Como tienen dificultad para reconocerse como “alguien”, a menudo tratan de llegar a ser como otra persona.
Si no se dan permiso para odiar al padre del mismo sexo, su rechazo no aceptado puede conducirles al cáncer, una enfermedad asociada con el resentimiento que se sufre en aislamiento.
Si reconoces que sufres de la herida del rechazo, es muy probable que el padre de igual sexo que tu también la sufra, y no sólo se haya sentido rechazado por su padre del mismo sexo, sino que se sienta rechazado por ti.
Acusamos a otros por todo lo que hacemos nosotros pero no queremos ver. Por eso atraemos personas que nos muestran qué hacemos a los demás o a nosotros mismos.


Una vez la herida está sanada, detrás de esa máscara de retraimiento se encuentran personas:
- Con muchos recursos, dotados para lo creativo y la imaginación.
- Capaces de trabajar solos.
- Eficientes y con capacidad para tratar el mínimo detalle.
- Capaces de actuar en casos de emergencia.
- Pueden ser felices solos.

ABANDONO-DEPENDENCIA

La herida del abandono se siente más al nivel del “hacer y tener” que en el nivel del “ser” (como es el caso de la herida del rechazo).
Situaciones que pueden despertar la herida del abandono son:
- La madre debe ocuparse de su recién nacido bebé. El otro hijo puede sentirse abandonado.
- Si los padres trabajan todo el día y no tienen tiempo para los niños, pueden sentirse abandonados.
- Si el niño tiene que estar en cama en el hospital sin entender qué le ocurre, puede sentirse abandonado.
- Si el niño de quedarse en casa de su tia durante unas cortas vacaciones, puede sentirse abandonado.
Normalmente la herida del abandono se reaviva con el padre de sexo opuesto. Normalmente quien sufre de abandono también sufre de rechazo (con el padre del mismo sexo). Mientras sigamos estando resentidos con alguno de nuestros padres, tendremos dificultades con las personas del mismo sexo que nuestro padre a quien no hemos perdonado. Para perdonar, no hay nada mejor que comprender que él/ella son también víctimas de sus padres, y que les acusamos de algo que nosotros mismos hacemos a ellos.
Quien sufre de abandono siente que no tiene suficiente alimento afectivo. Para no sentir esa carencia afectiva, se construyen la máscara de la dependencia.
Los dependientes piensan que nunca serán capaces de valerse por sí mismos, y que necesitan a alguien a quien apoyarse. Algunas partes de su cuerpo se muestran flácidas o sin tono muscular, como si no pudieran aguantarse solas. Los dependientes tienden a adoptar el papel de víctima. Atraen problemas para atraer la atención de los demás. Pero la atención de los demás nunca es suficiente para ellos. Sueñan en destacar o tener papeles “estrella” ante grandes audiencias. Su necesidad de atención es insaciable, por eso cuando comen no ganan peso, pues hay en ellos una creencia profunda que dice que “nada es suficiente”.
A los que adoptan el papel de víctima les suele gustar adoptar el papel de salvador. Jugarán el papel de “padre o madre” con sus hermanos o tratarán de salvar alguien a quien aman y que está en dificultades. Hacen para los demás para sentirse importantes, y esperan afecto a cambio. Asumen responsabilidades que no les corresponden, y sufren por los demás, dependiendo su felicidad de la felicidad del otro. Su gran abertura del plexo solar (empatía) no es sana para ellos ni para los demás.
Creen que si logran hacerlo todo bien solos, nadie se ocupará de ellos en el futuro, y para tratar de evitar ese posible aislamiento, buscan alguien con quien sentirse apoyados para realizar sus proyectos.
Los dependientes tienen muchos altos y bajos. Su gran miedo a estar solo es lo que genera esas subidas y bajadas de humor. Pueden aguantar lo inaguantable con una pareja para no sentirse solos. Viven en la esperanza emocional de que en el futuro las cosas pueden cambiar. Tiene problemas con la palabra “dejar”. Si alguien les dice “te tengo que dejar, tengo que irme”, se sentirán heridos. Tienen dificultades en dejar una situación, persona o lugar.
La emoción más intensa que siente un dependiente es la tristeza. Buscan la compañía de los demás para no sentir esa tristeza. Pueden usar el sexo para sentirse próximas a la otra persona.
Tienen miedo de todas las formas de autoridad, pues piensan que alguien autoritario es frío y no va a cuidarse de ellos. Por eso los dependientes son cálidos con los otros.
Temen recibir demasiada atención de los demás, por miedo a sentir emociones demasiado profundas de abandono. Tan pronto la relación se vuelve intensa, buscan una manera de hacer que acabe. Necesitan atención de su pareja, pero no dan al otro lo que le piden. Si el dependiente quiere tomarse un rato para leer a solas, todo está bien. Pero si es la pareja quien decide tomarse un rato para leer a solas, se lo toman como si no fueran importantes para ser tomados en cuenta.

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